Desde Fedecámaras hemos insistido en plantear una agenda posible que nos permita recuperar la confianza que tanto necesita nuestra economía para apalancar un desarrollo sostenible.
Cuando hablamos de economía, de crecimiento económico, hablamos esencialmente de mejoras en las condiciones de vida de nuestra población.
En múltiples oportunidades a lo largo de estos últimos años hemos manifestado incansablemente la necesidad de un cambio de modelo político, económico y social; pero también hemos destacado la necesidad de alcanzar la paz, la estabilidad política, la institucionalidad, la gobernanza, el diálogo social, el respeto a los derechos humanos y normas internacionales.
Pero, ¿cómo han logrado otros países en conflicto conquistar esa estabilidad, alcanzar acuerdos de paz y fortalecer su democracia?
Para responder estas y otras interrogantes, decidimos realizar un encuentro que nos permitiera conocer experiencias en caminos de negociación, procesos de paz y resolución de conflictos.
Con el apoyo del Instituto para las Transiciones Integrales (IFIT) organizamos el evento Caminos de Negociación. Lecciones Aprendidas, Rol del sector privado y sociedad civil.
Conocimos específicamente cómo transcurrió el proceso que permitió alcanzar el acuerdo de paz en Colombia, Túnez e Irlanda del Norte.
Tres procesos complejos, difíciles de superar, continentes distintos, diferentes idiomas, culturas; sin embargo, lograron poner fin a años de conflictos armados y tensiones. Las sociedades sin duda, se fortalecen cuando son capaces de superar sus conflictos.
En países donde reina la conflictividad política y social, el único perdedor siempre es y será su población. Su gente. Nuestro conflicto político se asemeja a un resultado suma cero, donde el único perdedor es el ciudadano.
Entonces… ¿Por qué no procurar un cambio?
¿Cuánto más debemos esperar para asumir la urgencia de alcanzar un gran acuerdo nacional que nos permita comenzar a transitar un camino hacia una Venezuela próspera, incluyente y productiva? Una Venezuela en democracia. Una Venezuela con instituciones inclusivas, robustas y ciudadanos que asuman sus derechos y deberes. Una Venezuela de plenas libertades, políticas, económicas y sociales.
Hoy, todos padecemos lo que significa: hiperinflación, desnutrición, cierre de empresas, inseguridad, carencia de servicios públicos, abuso de poder, orfandad institucional, indefensión y vulnerabilidad.
Debemos detener esa sensación de caída libre en un foso que solo nos lleva al fracaso y a la destrucción, no solo como país; sino también como sociedad, como individuos.
¿Hasta cuándo? Esa es la pregunta que todos los días nos hacemos.
Pero, ¿Quién responde? ¿Las autoridades que hoy detentan y ostentan el poder? ¿Los líderes políticos que conocemos como oposición? ¿La comunidad internacional? O entendemos que es una responsabilidad de todos, y que, como sociedad civil organizada junto al liderazgo político, podemos promover un cambio, procurar consensos, proponer soluciones, facilitar acercamientos, incentivar el diálogo, eso sí; un diálogo franco y sincero, con objetivos claros y definidos.
Venezuela quiere vivir. Vivir en paz, vivir con sueños y metas por alcanzar. Venezuela quiere progresar. Venezuela tiene que ser sinónimo de esperanza.
Pero para eso, debemos asumir, sin complejos, que tenemos un conflicto que nos urge resolver. Debemos encontrar una solución en paz por la democracia.
La solución a nuestros problemas debe resolverse entre venezolanos.
Sí, agradecemos el apoyo y la disposición de la comunidad internacional, la necesitamos; pero los verdaderos actores, somos nosotros… los venezolanos, y tenemos la obligación de construir garantías suficientes para que las soluciones acordadas perduren en el tiempo.
No lograremos un crecimiento económico sostenido si no somos capaces de resolver el problema institucional y político que vive nuestro país.
Basta de simular el cumplimiento de nuestro ordenamiento jurídico; basta de presentar propuestas que, aunque deseables por muchos, son imposibles de ejecutar; basta de creer en atajos fáciles, engañosos, al margen de la Ley, basta de burlarse de nuestra Constitución y sus mecanismos democráticos. Salidas que lejos de procurar la paz y la estabilidad política, económica y social, profundizan aún más la crisis que nos ha dejado un drama social alarmante y una emergencia humanitaria compleja.
Nos corresponde aferrarnos a los preceptos constitucionales y a un plural encuentro de voluntades, como única salida a los males que tanto daño le han hecho a nuestra Nación. Nos corresponde como sociedad civil exigir y procurar instituciones independientes y un estado garante de nuestra Carta Magna.
Nos queda mucho por aprender, por madurar como sociedad, pero si hay algo que tenemos que asumir, es la urgencia de atender y dar respuestas a una población que sufre los desaciertos de un modelo político impuesto.
Los tiempos obligan a asumir responsabilidades a la altura de las circunstancias.
Nuestro país exige que seamos capaces de reconocernos, respetarnos, tolerarnos mutuamente y entender que la democracia es disenso con respeto, dentro del estado de derecho.
Venezuela demanda acuerdos, consensos, inclusión, como una hoja de ruta de negociación que nos permita transitar el camino hacia la reconciliación, el progreso y bienestar social que tanto anhelamos.
Pongamos al país como centro de nuestras agendas, demostremos la disposición a ceder por el bien común, la convicción de que nuestra realidad puede mejorar y el compromiso de que no vamos a dejar de intentarlo.
Solo un gran Acuerdo Nacional, amplio, inclusivo, plural, autónomo, nos permitirá como ciudadanos de estas latitudes, reencontrarnos y construir juntos, superando nuestras diferencias, un nuevo modelo de país, libre, unido, en democracia y con plenas libertades.
Venezuela nos necesita a todos.
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