Sector Agroalimentario con reservas agotadas para atender a la población
El panorama oscuro que vive el país se palpa y se siente cada vez que el empresario levanta su santamaría, abre los portones de su empresa o gestiona la siembra de algún rubro. La crisis ha dejado sin financiamiento al empresario, con una operatividad de menos de un tercio de su capacidad instalada, a lo que se agregan unos servicios públicos desmantelados como la electricidad, la falta de combustible, agua potable, telefonía, seguridad, sin contar con un servicio de salud público eficiente, que no es cónsono con un país que ha generado riquezas a manos llenas. Hoy en Venezuela, todo lo que se produce y se emprende requiere más esfuerzo que en buena parte del mundo.
Y si ha sido así para el sector empresarial, que ha capitalizado su trabajo y su esfuerzo por años, sabemos que es aún peor -por ejemplo- para los sectores sociales más vulnerables, que deben buscar contra corriente lo necesario para los suyos. El poder adquisitivo del venezolano ha desaparecido como consecuencia de las decisiones públicas, que lejos de aplicar elementos de orden técnico han conseguido en lo ideológico su base de acción. Desde nuestros sectores y gremios, hemos dicho durante años que el elevar la producción y la oferta de bienes a los venezolanos ofrece garantías para la sana competencia y la reducción de los precios, para hacerlos accesibles a la población. Y hemos ofrecido nuestros conocimientos y nuestra experiencia en ese sentido. Seguirse negando a escuchar este clamor es, no solo una torpeza, sino además una acción irresponsable para con los más necesitados.
En este perturbador escenario económico y social, nos azota ahora la pandemia del COVID-19, que exige cumplir con una cuarentena y el reajuste de nuestro estilo de vida, lo cual nos limita sobremanera en todos los ámbitos, incluído el productivo. Las empresas han hecho sus mejores esfuerzos para continuar con sus procesos, al tiempo que cuidan y protegen a sus trabajadores y colaboradores. A ello se suma la crisis del mercado petrolero mundial, y sus efectos dañinos sobre la economía apenas se están asomando. Proteger y resguardar lo que aún necesitamos para evitar un mal mayor, parece ser lo más sensato.
Desde Fedecámaras Portuguesa elevamos nuestra voz para que se protejan todos los sectores productivos, que no soportan más acciones arbitrarias en desconocimiento de las libertades democráticas constitucionales, que socaven la confianza y que sigan obligando al cierre de centenares de empresas, desde la producción primaria hasta el comerciante, último eslabón de la cadena, destruyendo así toda posibilidad de sostener -bajo mínimas condiciones- cualquier emprendimiento.
Lo acontecido en los últimos días, con la intervención de empresas del sector agroalimentario, ha revivido las peores experiencias de las últimas dos décadas, de las cuales el principal perjudicado es el país en su conjunto, en especial los más vulnerables.
No tenemos margen de error para lo que se nos viene encima. Los sectores productivos, en especial el agroalimentario, han agotado sus reservas para atender a la población. La solución al desabastecimiento, a la hiperinflación, a la crisis del combustible, a la restricción del financiamiento, a la eliminación de empleos, en resumen, a la destrucción del aparato productivo nacional -hoy en ruinas no llegará atacando lo poco que queda en pie. Ya no es sólo una exigencia de quienes producimos, sino un clamor general hacia los que administran el poder y las armas de la nación, para evitar que Venezuela se convierta en un país inviable, sin futuro para las generaciones por venir.
Fuente: Fedecámaras Portuguesa
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