Cuando la Cámara de la Industria Farmacéutica (Cifar) habla, más de uno tiembla. Pero su presidente, Tito López, no solo abre la boca para exponer los problemas, y muchos, del sector. También lo hace para proponer. Uno de sus puntos centrales es que, con un plan y recursos, en seis meses -o antes- se puede fabricar 80% de los medicamentos que se consumen en Venezuela. En esta lista incluye los necesarios para el corazón, para controlar el azúcar, vacunas, derivados sanguíneos y jarabes para la tos.
Ese es el tratamiento que podría mejorar a ese enfermo llamado Venezuela. Pero mientras tanto el pronóstico no es nada alentador: para el cierre de 2019 anticipa la venta de 90 millones de unidades, lo que equivale a tres o cuatro unidades por persona al año.
En el país se está consumiendo menos de una pastilla per cápita al mes. Lo más vendido es el acetaminofén, seguido por la vitamina B. El primer producto que debería comercializarse el de la rama cardiovascular, porque las afecciones del corazón son la primera causa de muerte, pero la gente no tiene cómo comprarlo.
Las plantas trasnacionales de elaboración de fármacos se marcharon, recuerda López. Además, el Estado tiene una deuda, la adquirida solo entre 2012 y 2016, de 746 millones de dólares.
Como las fábricas de medicinas no quedan en Marte sino en Venezuela, sufren también las consecuencias del encaje legal, los créditos bancarios, la falta de liquidez y de insumos. “No hay ningún tipo de subsidio desde 2016”, sostiene López.
Fuente: Contrapunto